La princesa se quedó un buen rato mirando a la rana. Se quedó pensando lo que le podría pasar si la besaba y aparecía el príncipe azul. Como tal príncipe, sería muy apuesto y atractivo. Cuando ella le viera quedaría prendada y presa del enamoramiento que le sobrevendría, no sería capaz de ver nada más que por los ojos de su amado. Se casarían, formarían una familia y la llenaría de hijos. Engordaría y se pasaría el día cuidando de su familia. Como él seguiría siendo atractivo, tendría cien amantes y dejaría de acudir a su cama por la noche.
La princesa dejó con cuidado la rana en el suelo, se dio media vuelta y volvió a palacio en busca de un plebeyo menos atractivo que la rana de la charca.
Mareta Espinosa Sánchez-Vallejo
viernes, 13 de noviembre de 2009
Relato hiperbreve: El día después
Publicado por Goldstein en 12:16
Etiquetas: hiperbreves
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2 comentarios:
Precioso cuento, quizá debería haberlo leido antes de cometer la tontería de ennoviarme con el principe azul.
mmmm... hay por aquí una princesa arrepentida. No sé qué tendrán los sapos que os atraen tanto.
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